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2afuentesdeebro

Tres nombres para derrotar al olvido del poeta Salustiano Masó

 

 

 

ANTONIO

¿Cuántas fronteras ha de hollar un alma? ¿Qué

cordilleras de rencor la escinden? ¿Qué zancadillas

de alevoso hielo la hacen caer del lado de lo

oscuro? ¿Cuántos hachazos un nogal resiste, o un

olivo, o un olmo? ¿Cuántos tajos una cerviz?

¿Lanzadas un costado? ¿Execraciones un corazón

vivo?

Antonio, viejo, yerto, deslumbrado

por úbedas y sorias lejanísimas,

con la fiebre de himnos ya imposibles,

pasa las aduanas del absurdo,

pasa las implacables alambradas,

las divisiones y subdivisiones

de los egos, los dogmas y las patrias.

Y fronteras, fronteras, más fronteras. Para el

amor, el canto, la justicia, ¡fronteras! Para la

contemplación de la rosa, o la espiga, o cuanto

no conoce más lindes que el aire, ¡fronteras!

 

El poeta no se exilia,

no se destierra el hombre: se desgarra.

No mora en otra luz, bajo otro invierno.

Es un himno solar sobro los muros.

Es un cáliz amargo pero erguido.

 

Triunfa el hacha y el árbol se desploma

hacia más luz, y reverdece, y arde.

Y su ceniza es polen en el alba.

 

Y nace de él un mundo sin fronteras.

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